Por: José Rafael Araujo Nigrinis
¿Cómo el ser humano cree poder engañar a Dios, o a la moral, o a los vivientes naturales de lo terrenal? Y lo peor, ¿mentirse a sí mismo, sabiendo en su yo interno que lo que hace no está bien, sea por anti ético, por ilegítimo o por ilegal?
Da grima ver cómo fulguran en los templos de unas y otras religiones personajes (por lo de actores de teatro) que quieren mostrarse ante la comunidad como personas de bien, respetuosos de los bienes y honra de los demás, cuando en verdad están lejos de serlo y por el contrario son profesionales en la mentira perniciosa y la falacia. Y con sus artimañas desplazan y expropian a sus congéneres, y más allá, a su próximo.
Cuando digo mentira y engaño hasta así mismo, digo bien “porque el mentir es propiamente contra mente ire” (1). Y cuando digo de la mentira perniciosa es por sustracción de materia de la división hecha por el Angélico Doctor Salmanticense cuando explica que: “Divídese también la mentira ex parte finis en jocosa, oficiosa, y perniciosa. La jocosa se dice causa ludi. La oficiosa causa utilitatis, y la perniciosa causa nocendi alteri, o con daño propio o ajeno” (2).
San Agustín de Hipona, anterior a los compendios salmanticenses, no es muy preocupado tanto por la mentira como por la falacia, de pronto porque es de la misma idea de que hay mentiras (o tal vez mentirillas) que no denigran tanto de la naturaleza humana cuando lo que se ejercita es la mentira lúdica (sé de algunos especialistas en esto) como en el caso de los “espíritus burlones”, o cuando se valen de la mentira utilitaria para salir del paso, quedar bien o salvarse por la campana.
Pero si lo que se vuelve popular o general, lo digo si participan más de uno, es la mentira perniciosa, el asunto se convierte en un problema además de moral, en social. El Santo Sabio de Hipona diserta en su soliloquio sobre lo falso, cuándo la mentira se convierte en abominable: “El falaz tiene deseo de engañar, y esto supone ánimo, y se verifica en parte con la razón, en parte con la naturaleza. Con la razón, en los animales racionales, como el hombre; con la naturaleza, en las irracionales, como la zorra. Mendaces son los que mienten y difieren de los falaces, porque todo el que es falaz quiere engañar, pero no todos los que mienten pretenden engañar, pues las farsas y las comedias y muchos poemas contienen mentiras o ficciones, imaginadas para deleite, no para engaño, y así también las chanzas están entreveradas de mentiras. Al contrario, el falaz todo lo dispone para el logro de su fin, que es producir engaño” (3)
"¡Ay de los que, a costa de los vecinos, engrandecen las casas y los campos! Pronto no habrá sitio para nadie, habitaréis solos el país." Is 5,8.
Así que, ¡¡¡HEY, USTEDES, LOS DE LA CATEDRAL!!!! Los que quieran vivir en la Fe, que sea en serio, que DIOS NO PUEDE SER BURLADO.
“Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros". Efesios 4:25, " ...
(1) y (2) Compendio Moral Salmanticense, según la mente el Angélico Doctor. Marcos de Santa Teresa.
(3) Los soliloquios de San Agustín de Hipona. Cap IX. Lo Falso, lo Falaz y lo Mentiroso
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