sábado, 25 de septiembre de 2010

EL EJÉRCITO DE JESÚS

EL EJÉRCITO DE JESÚS
Por: José Rafael Araujo Nigrinis

Pensando en la inmaterialidad aparecieron en mi mente los Ángeles, Arcángeles, Virtudes, Potestades, Principados, Dominaciones, Tronos, Querubines y Serafines, las nueve denominaciones de los seres espirituales que conforman el ejército celestial.

Los QUERUBINES son de aparición muy temprana, entre otras cosas, guardianes del Paraíso, luego de la expulsión de Adán y Eva: “Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida” (Génesis 3, 24).

Mientras, los SERAFINES, según la tradición de menor jerarquía que los querubines, parece que solo los menciona Isaías en una visión en la que encuentra a DIOS sentado en un trono excelso y sobre el templo: “Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban. Y se gritaban el uno al otro: Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria” (Isaías 6, 2-3).

Los ARCANGELES tienen mayor protagonismo, aparecen junto con los Ángeles como auxiliadores de DIOS, para la época del fin del mundo y la resurrección: “El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar” (1ª Ts. 4,15). A pesar de que según la misma Biblia son siete (7) en esta solo se mencionan los nombres de tres en misiones celestiales, a San Rafael el sanador: “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor” (Tobías 12,15), a San Gabriel el portador de las noticias felices: “Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David: el nombre de la virgen era María” (San Lucas 1, 26-27); y San Miguel el defensor y batallador: “En cambio el arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar contra él juicio injurioso, sino que dijo: Que te castigue el Señor” (San Judas , 9).

Los ANGELES, son los de menor jerarquía y probablemente por eso los más cercanos a nosotros o por lo menos los de más fácil comprensión por nuestras mentes de humanos. En la Biblia, aparecen representados como un cuerpo de seres espirituales que son intermediarios entre DIOS y los hombres, mensajeros y servidores, y guardianes de los hombres. Conforme a Daniel son miles de millares y miríadas de miríadas (Daniel 7, 9-10). Para nosotros, simples terrenales, a veces científicos, es de difícil aceptación el concepto de estos espíritus y de estos ángeles, con excepción del ANGEL DE LA GUARDA, seguramente por ser el legado más paternal que nos haya dejado JESÚS, como Hijo del Hombre, cuando sentenció: “Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (San Mateo 18,10).

Pero JESÚS sabía mucho más sobre el asunto porque en medio de su humildad tenía plena conciencia de su realidad divina y percibía plenamente la corte de ángeles que estaba a su servicio. En el episodio del intento diabólico de la tentación ante las riquezas terrenales, lo encontramos recibiendo en recompensa mucho más que su Ángel de la Guarda, aquel que lo defendió frente a Herodes cuando niño, lo cuidó en su viaje a Egipto y lo libró de males cuando se perdió en la pascua. Así, recibe su propio ejército celestial al final del duelo con el demonio: “y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.» Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.» Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían” (San Mateo 4, 6-11).

Tanta conciencia tenía sobre sus ángeles que explicaba claramente como sería el fin del mundo o el juicio final, distinguiendo entre las consecuencias del Bien y del Mal y el papel único y protagónico de su ulterior Reino: “De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes” (San Mateo 13, 40-42). En el mismo sentido: “Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta” (San Mateo 16,27)
Pero, a pesar de todo primaba su misión, su amor por la especie humana, por los consentidos de la creación, era infinito e inconmensurable, su obediencia frente al Padre perfecta y su labor mesiánica inquebrantable. Y por eso se humilló:

“¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?” (Aprehensión de Jesús, San Mateo, 22,53).

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