miércoles, 9 de marzo de 2011

ILUSTRES DESCONOCIDOS DEL PAÍS VALLENATO. (2). El tío Rabanito. (4 de marzo de 2011)

ILUSTRES DESCONOCIDOS DEL PAÍS VALLENATO. (2). El tío Rabanito. (4 de marzo de 2011)
Por: José Rafael Araujo Nigrinis.
El 3 de septiembre de 1957, en EL TELÉGRAFO, año 1 N° 2, Valledupar, periódico de mi papá Juan E. Araujo C. apareció en una nota titulada como “Casos Curiosos” la siguiente anécdota sobre un hecho que hoy de verdad si sería bien curioso: Resulta que el Corregidor de El Molino (Guajira), al saber que “algunos ciudadanos de aquel corregimiento estaban pidiendo su reemplazo ante el Alcalde de Villanueva, se trasladó a la oficina telegráfica y con la voz de mando de un emperador, ordenó al telegrafista señor Abel Urbina, que pusiera a su disposición los legajos de telegramas transmitidos, porque le interesaba saber quiénes eran los individuos que pedían su destitución. El telegrafista en un estilo gentil y muy amable le explicó al Corregidor la imposibilidad de acceder a sus exigencias, porque de hacerlo violaría de hecho la reserva telegráfica, incurriendo con ello en un grave delito que define y castiga nuestras leyes. No contento con estas sanas explicaciones, el señor Corregidor en un tono que riñe con la cultura y las buenas costumbres que deben distinguir a un funcionario, trató de humillar al telegrafista y fue entonces cuando este, haciendo un breve cambio en el conmutador de su carácter y atesándose un poco el cinturón, logró hacerse respetar impidiendo que se violaran los sagrados principios de la reserva telegráfica”.
Tratando de saber más sobre este defensor de la privacidad de las comunicaciones y puesto que no ubicaba en mi historia al caracterizado personaje, le hice una llamada telefónica a quien debía, al señor Rafael Antonio Urbina Daza, y le pedí datos biográficos sobre nuestro protagonista y me dijo: “Claro que lo conocí, Abel era mi hermano y muy amigo de tu papá”.
Me contó el “señor Toño” que su hermano fue compositor, amante de nuestra música vallenata y cultivador de algodón en la época de la bonanza. Me relató también otra anécdota que indicaba de lo que sería su carácter, me dijo que cuando Abel era todavía un muchachito su tío el señor Ezequiel Daza le pidió que lo acompañara a su finca San Vicente lo que efectivamente hizo. Al regreso, luego de las consabidas faenas del campo, el señor Ezequiel le preguntó a Abel, ¿No se Nos queda nada? ¿No dejamos nada?, respondiendo el precoz muchacho: Claro que sí tío, DEJAMOS HUELLA.
Me dijo entonces el señor Toño que a Abel le decían Rabanito como consecuencia del mote de un payaso de un circo que en esa época llegó a El Molino, payaso que compartió unos buenos licores con el papa de ellos el señor Rafael Urbina.
Ahí si exclamé: ¡Ah claro, el Tío Rabanito!, cómo no recordarlo, lo conocí, efectivamente muy buen amigo de mi papá y vecino nuestro de barrio en Valledupar. Padre de María Inés, buena amiga de mis hermanas, y del doctor Hernán Urbina Joiro, connotado médico y sobrado compositor.
A este personaje mis hermanos y yo le decíamos el Tío Rabanito, por la amistad entrañable que siempre nos ha unido con los Urbina Aroca, sus sobrinos. Gracias señor Toño por traerme esos recuerdos.