ILUSTRES DESCONOCIDOS DEL PAÍS VALLENATO. (1)
Los héroes si existen. Juan Eusebio Araujo Calderón es uno de los del Salón de la Justicia.
Por: José Rafael Araujo Nigrinis.
Telégrafo Eléctrico Colombiano. Cuatro Esquinas, primero de noviembre de 1865, a las cinco de la tarde. El telégrafo eléctrico ha subido a los Andes Colombianos y envía su primer saludo al digno Presidente de esta República, señor Manuel Murillo Toro, que tanto empeño ha mostrado para dotar a su país con este progreso. Pueda la paz cubrir con sus alas bienhechoras toda la extensión de este hermoso país y darnos el aliento necesario para prolongar este alambre telegráfico, antes de dos años, desde la altiplanicie de Funza hasta las riberas del Atlántico. Por lo cual sigamos las cosas que son de paz . Epístola a los Romanos. Cap. 14 Vx.9. William Lee Stiles, administrador .
Respuesta: Bogotá, primero de noviembre de 1865. El Presidente de Colombia al señor Stiles, constructor del telégrafo colombiano, en Cuatro Esquinas. Gracias muy sinceras, señor Stiles, compañero del inmortal Morse. El nombre de usted será grabado con buril eterno en los anales de nuestra patria, como importador de uno de los más notables inventos del presente siglo. Reciba usted mis congratulaciones por el feliz éxito con que van coronándose sus esfuerzos y los del gobierno. Paz a los hombres de buena voluntad y gloria para los obreros de la civilización cristiana. Manuel Murillo Toro.
Un 3 de septiembre de 1957 (yo nací el 22 de ese mes y año), Juan E. Araujo C., en su editorial de EL TELÉGRAFO, año 1 N° 2, Valledupar, escribía:
“El primer número de este periodiquito con tiraje a máquina, en forma diminuta y sencilla, porque nuestra pobreza no nos permitió llevarlo a la imprenta, solo alcanzó a diez ejemplares, los cuales fueron repartidos a igual número de colegas.
Débil e impreciso aún, como el niño que ensaya sus primeros pasos y anhela una mano amiga y generosa que le ayude a sostenerse, así este opúsculo que será fuerte tribuna de todos los empleados del Ministerio de Comunicaciones, gracias a la voluntariosa y gentil ayuda de un reducido número de ellos, ha podido ir a los talleres de la prensa con presentación más aceptable, y no ya en forma de almanaque. Esperamos que para próximas ediciones, sea mayor el número de compañeros benefactores, como grande debe ser su entusiasmo, porque estas páginas estarán siempre abiertas para registrar las vibraciones intelectuales del personal y trabajar de manera eficiente por su mejoramiento cultural, moral y material.
…………”
Para esa época, ya existía en varias ciudades de Colombia la telefonía automática y se había inaugurado la televisión educativa. Mientras, en el país vallenato, todavía estábamos bajo la romántica comunicación de la telegrafía con hilos, pero con el hoy añorado respeto por la reserva de la correspondencia y comunicación privada. Los telegrafistas, que realizaban un verdadero apostolado para la integración regional, no eran, ni lo son hoy, suficientemente ponderados y apreciados.
Por algo, en esa misma edición del “periodiquito”, consignaba desde El Banco, Don Reyes Antonio Herazo Rico, en ese entonces Secretario General del Sindicato Nacional de Comunicaciones lo siguiente: “Ojalá algún día la sociedad recuerde que el telegrafista es un funcionario honesto, leal hasta el máximun, resuelto a cumplir sus deberes sin reticencias y sin vana ostentación, para que a su vez le sepa corresponder en grado de honor, respeto y retribución, mostrándose como intérprete real de la gran Temis”
¡¡Ah, esos héroes, del señorío, que no eran doctores ni encumbrados dirigentes políticos corruptores!! ¡Ah, esos héroes, sin poder económico o militar que tanto necesita la Patria!! ¡¡Ah, como se añora a esos representantes de las buenas costumbres y de la moral ciudadana!! ¡Cómo Señor necesitamos a esos simples y buenos hombres que construían país sin esperar ningún agradecimiento diferente al reconocimiento del deber cumplido!!
Tengo registrado hasta el número 5 de EL TELÉGRAFO, en diciembre de 1957. Antes, en los años 40, la inquietud periodística se había hecho manifiesta con la compañía del eminente Carlos Alfonso Araujo Zuleta cuando sacaron a la luz BRISAS ANDINAS y HOY, en San Diego, luego lo intentó en solitario, en 1965, en Valledupar, con LA VOZ DEL CESAR.
Ese hombre desinteresado y siempre movido por el humanismo de los buenos hijos de Dios, ese señor, Juan Eusebio Araujo Calderón, ese héroe, ESE ES MI PAPÁ.
Los héroes si existen. Juan Eusebio Araujo Calderón es uno de los del Salón de la Justicia.
Por: José Rafael Araujo Nigrinis.
Telégrafo Eléctrico Colombiano. Cuatro Esquinas, primero de noviembre de 1865, a las cinco de la tarde. El telégrafo eléctrico ha subido a los Andes Colombianos y envía su primer saludo al digno Presidente de esta República, señor Manuel Murillo Toro, que tanto empeño ha mostrado para dotar a su país con este progreso. Pueda la paz cubrir con sus alas bienhechoras toda la extensión de este hermoso país y darnos el aliento necesario para prolongar este alambre telegráfico, antes de dos años, desde la altiplanicie de Funza hasta las riberas del Atlántico. Por lo cual sigamos las cosas que son de paz . Epístola a los Romanos. Cap. 14 Vx.9. William Lee Stiles, administrador .
Respuesta: Bogotá, primero de noviembre de 1865. El Presidente de Colombia al señor Stiles, constructor del telégrafo colombiano, en Cuatro Esquinas. Gracias muy sinceras, señor Stiles, compañero del inmortal Morse. El nombre de usted será grabado con buril eterno en los anales de nuestra patria, como importador de uno de los más notables inventos del presente siglo. Reciba usted mis congratulaciones por el feliz éxito con que van coronándose sus esfuerzos y los del gobierno. Paz a los hombres de buena voluntad y gloria para los obreros de la civilización cristiana. Manuel Murillo Toro.
Un 3 de septiembre de 1957 (yo nací el 22 de ese mes y año), Juan E. Araujo C., en su editorial de EL TELÉGRAFO, año 1 N° 2, Valledupar, escribía:
“El primer número de este periodiquito con tiraje a máquina, en forma diminuta y sencilla, porque nuestra pobreza no nos permitió llevarlo a la imprenta, solo alcanzó a diez ejemplares, los cuales fueron repartidos a igual número de colegas.
Débil e impreciso aún, como el niño que ensaya sus primeros pasos y anhela una mano amiga y generosa que le ayude a sostenerse, así este opúsculo que será fuerte tribuna de todos los empleados del Ministerio de Comunicaciones, gracias a la voluntariosa y gentil ayuda de un reducido número de ellos, ha podido ir a los talleres de la prensa con presentación más aceptable, y no ya en forma de almanaque. Esperamos que para próximas ediciones, sea mayor el número de compañeros benefactores, como grande debe ser su entusiasmo, porque estas páginas estarán siempre abiertas para registrar las vibraciones intelectuales del personal y trabajar de manera eficiente por su mejoramiento cultural, moral y material.
…………”
Para esa época, ya existía en varias ciudades de Colombia la telefonía automática y se había inaugurado la televisión educativa. Mientras, en el país vallenato, todavía estábamos bajo la romántica comunicación de la telegrafía con hilos, pero con el hoy añorado respeto por la reserva de la correspondencia y comunicación privada. Los telegrafistas, que realizaban un verdadero apostolado para la integración regional, no eran, ni lo son hoy, suficientemente ponderados y apreciados.
Por algo, en esa misma edición del “periodiquito”, consignaba desde El Banco, Don Reyes Antonio Herazo Rico, en ese entonces Secretario General del Sindicato Nacional de Comunicaciones lo siguiente: “Ojalá algún día la sociedad recuerde que el telegrafista es un funcionario honesto, leal hasta el máximun, resuelto a cumplir sus deberes sin reticencias y sin vana ostentación, para que a su vez le sepa corresponder en grado de honor, respeto y retribución, mostrándose como intérprete real de la gran Temis”
¡¡Ah, esos héroes, del señorío, que no eran doctores ni encumbrados dirigentes políticos corruptores!! ¡Ah, esos héroes, sin poder económico o militar que tanto necesita la Patria!! ¡¡Ah, como se añora a esos representantes de las buenas costumbres y de la moral ciudadana!! ¡Cómo Señor necesitamos a esos simples y buenos hombres que construían país sin esperar ningún agradecimiento diferente al reconocimiento del deber cumplido!!
Tengo registrado hasta el número 5 de EL TELÉGRAFO, en diciembre de 1957. Antes, en los años 40, la inquietud periodística se había hecho manifiesta con la compañía del eminente Carlos Alfonso Araujo Zuleta cuando sacaron a la luz BRISAS ANDINAS y HOY, en San Diego, luego lo intentó en solitario, en 1965, en Valledupar, con LA VOZ DEL CESAR.
Ese hombre desinteresado y siempre movido por el humanismo de los buenos hijos de Dios, ese señor, Juan Eusebio Araujo Calderón, ese héroe, ESE ES MI PAPÁ.